Como floreciente cincuentón que soy y como muchos de mi generación y anteriores, nos tocó aprender a manejar un automóvil algunos con ayuda de nuestro papá (como fue mi caso) de un tío, un primo o con la ayuda de un maestro de alguna escuela de manejo. El aprender a manejar no se concentraba en solo trasladarse a un campo o llano como le decían los de antes, en la periferia de la ciudad, por ejemplo, se podía ir a los llanos vecinos de las instalaciones de la liga pequeña de beisbol por el rumbo del ahora edificio de la SEGE, o a los campos de beis y fut de Colorines, o a los campos de la incipiente colonia San Felipe, de en ese entonces Soledad Díez Gutiérrez, en fin, el adiestramiento en muchos de los casos, como el mío, se complementaba acompañando a mi padre, en sus trayectos por distintos rumbos de la ciudad con motivo de su trabajo en su primera camioneta, una Dodge pick up verde pistache modelo 1978 -“La chata” le decía él- y en los cuales aprovechaba para enseñarme el significado de la señalética de transito que el departamento del mismo nombre en ese tiempo estatal, colocaba por toda las calles de la ciudad capital.
Y toco este mi primer tema porque en la actualidad, las ciudades de San Luis Potosí capital y Soledad de Graciano Sánchez, que es en las que me desenvuelvo por motivos laborales, familiares y de esparcimiento, se han convertido en “Pueblos sin ley” en materia vial y de movilidad, de entre muchos otros rubros. Retomando mis enseñanzas viales a finales de la década de los setentas, mi padre me enseñaba mientras el manejaba, el significado del tan importante disco de ALTO que hoy pareciera señal de “acelérele más”, del hoy tan olvidado y despreciado triangulo de “ceda el paso” que la mayoría de los “Automovilistas” ignoran al acceder o descender por una rampa, por ejemplo, a los carriles centrales de la carretera 57 en sus tramos rumbo a Querétaro o a Matehuala, en la avenida Salvador Nava o el Circuito del Río Santiago. Me explicaba el respeto que se debería de tener a una señal de no estacionarse en alguna calle y sobre todo las de este tipo que se colocan en los portones de las cocheras y que son la molestia de los dueños de esas casa que cuentan con un lugar en su casa en donde guardar su auto. La enseñanza continuaba con las indicaciones de ceder el paso al peatón y cuidar de los ciclistas y motociclistas, pues mi padre me decía que estaban en desventaja ante la fuerte carrocería de los autos.
Pero vayamos con el motivo por el cual intitulé así esta primera columna apreciado lector, dentro de la enseñanza en materia de educación vial que les comentaba, siempre se me quedó marcado el que un par de señales que a lo mejor algunos consideraban y ahora mas se consideren insignificantes, pero que si nos ponemos a analizar son de suma importancia y que ordenarían notablemente la circulación en este monstruo en que se ha convertido la enorme cantidad de vehículos ya sean automotores de tracción humana que circulan por las calles de las dos ciudades anteriormente señaladas; y que son una flechas, pero no de esas que utilizaban para cazar o para su defensa los pueblos ancestrales y originarios de nuestro país o de nuestros países vecinos como los canadienses o estadounidenses, sino de las flechas de PREFERENCIA y de VIALIDAD SECUNDARIA que se colocaban en cada esquina. Así es amiga o amigo lector, recuerdo muy bien esas flechas, la roja de fondo y con la flecha en color blanco y que dentro de ella llevaba la leyenda PREFERENCIA y la pongo con letras mayúsculas porque era obvio como me decía mi querido padre “Si es roja como el disco de alto y dice preferencia, te tienes que detener porque es una vía que lleva mayor flujo de circulación de autos y por ende es una vía principal”; luego dentro de este refuego vial de flechas, estaba la de fondo negro con la flecha blanca y que en su interior contenía la leyenda TRANSITO que significaba que era una vialidad secundaria, y bueno, no hay que olvidar que aparte del significado o importancia que estas saetas daban a una calle por consecuencia indicaban el sentido de circulación en ellas y que hoy impunemente muchos conductores y conductoras que se sienten muy “Juan Camaney” o muy “Chucha Cuerera” se las pasan por “el arco del triunfo” circulando plácidamente en sentido contrario. Con el paso del tiempo, las tan mencionadas flechas que eran colocadas ya solo eran de los colores que les comenté, sin leyendas, porque ya era de conocimiento su significado por la mayoría de los automovilistas.
Cuando llegaba a suceder un choque entre automóviles o un atropellamiento, el perito de transito se basaba en estas armas de cupido para levantar su reporte y dar su veredicto y el que resultaba culpable en la mayoría de los casos tenía que apechugar y hacerse cargo de los daños generados. Por ahí amigo o amiga automovilista todavía se pueden observar algunas de estas tan socorridas en su momento señales viales, hoy olvidadas, oxidadas y sobre todo ignoradas en este pueblo fantasma vial en que se han convertido San Luis y Soledad, en alguna esquinas sobre todo de los barrios antiguos de estas ciudades, como mudos testigos de la indiferencia por parte de autoridades y ciudadanos, se encuentran ellas como rememorando su época de oro, en las que apuntaban implacables justo al culpable en los conflictos de transito.
¿Cuánto accidentes viales, incluso fatales, cuantas personas heridas y cuantos corajes y cuantas mentadas de madre se podrían evitar si existieran aun estas flechas colocadas en la vialidades de las dos principales ciudades del estado y porque no, de los 56 municipios restantes del querido San Luis Potosí?
Vivimos en ciudades en donde la mayoría son “analfabetas viales”, que no tienen la ni la más mínima idea de cómo conducirse al circular por las arterias de esta jungla de asfalto metropolitana, esto incluye a las autoridades y no solo a los ciudadanos; urge una reingeniería vial en donde como cualquier ciudad se precie de serlo, que haya una necesaria y decorosa señalética vial, en donde los automovilistas tengamos el interés de conocer el reglamento de transito y sobre todo a recobrar los valores de la sana convivencia común, en donde si se aplicara lo anteriormente señalado conviviríamos de una mejor manera como ciudadanos.
Es por eso que exhorto al Alcalde y Alcaldesa de San Luis y Soledad respectivamente, a que junto con sus cuerpos encargados de la vigilancia y regulación vial, se avoquen a colocar la señalética respectiva para que como decía mi abuelita nuestras ciudades no parezcan “olvidadas de la mano de Dios” y a que mis conciudadanos las respetemos y no nos creamos los dueños de las calles.
Estimados lectores, espero no haberles parecido un viejo cascarrabias y nos leemos en la próxima entrega, no olvide zumbarse un vaso de suculenta aguamiel o de un delicioso pulque, ambas bebidas de los dioses.