Estimado lector, como recordará, en la primera y anterior entrega de esta columna le comentaba que soy un cincuentón floreciente y por lo tanto y como a muchos de ustedes (de cualquier edad) Si hacemos un ejercicio de memoria, recordaremos a los siete barrios de nuestra querida capital del estado, por siempre, en desastrosas condiciones; por no decir que parecen zona de guerra, por el deplorable estado en que se encuentra su infraestructura desde que yo tengo uso de razón, por ejemplo.
Su servidor que tuvo la dicha de nacer y habitar la mayoría de su vida en el populoso barrio de San Sebastián recuerda como desde niño me preguntaba: ¿Por qué las calles del barrio estarán tan jodidas? Y es que, debido al negocio de mis padres, recorrí las adoquinadas calles de San Sebas, San Miguelito, El Montecillo, San Juan de Guadalupe, Tequis, además de Santiago y Tlaxcala; primero acompañándolo en su camioneta “la Chata” y luego conduciendo “la curra”.
Y desde hace ese tiempo y hasta la actualidad los adoquines de estos legendarios y queridos barrios, que por cierto son mudos testigos de la fundación de la señorial ciudad de San Luis Potosí, han pasado desapercibidos por la mayoría de las autoridades municipales y estatales. Esfuerzos esporádicos, aislados y en la mayoría de los casos mal hechos, han tratado de devolverle la dignidad a esos arroyos vehiculares que no solamente son vías de comunicación, sino que son testigos del acontecer diario de la rica y activa vida de los siete barrios. Y nos solamente son los adoquines que pavimentan las calles, son las banquetas, son las redes de distribución de agua “potable” y de disposición de los desechos por el drenaje; son tan malas las condiciones y el atraso en dicha infraestructura, que, por ejemplo, una persona que utiliza una silla de ruedas para movilizarse, pasa las de Caín para poder transitar por banquetas desalineadas, sin rampas de acceso a ellas, con baches (si en las banquetas), angostas y uno que otro poste que a alguien con grandes dotes de urbanismo se le ocurrió colocar en medio de las tan mencionadas y traqueteadas banquetas. Verdaderos cráteres lunares están a cada metro de los arroyos vehiculares que hace pasar un viacrucis a las suspensiones de los automóviles y no digamos los problemas que pasamos los ciclistas al transitar por ellas.
Recuerdo que años atrás, que por la tan deseada y a la vez fallida obtención de la declaratoria para el centro histórico de la capital del estado como patrimonio cultural de la humanidad por parte de la UNESCO, que, por cierto, se intentó y a la vez se falló en varias ocasiones – Así como nuestra selección nacional de futbol falla cada cuatro años el pasar al quinto partido en los mundiales de futbol- recuerdo que en ese entonces surgió una propuesta de especialistas en la materia, la cual comentaba que si se quería obtener tan ansiada declaratoria, se debería empezar por remozar integralmente los siete barrios capitalinos, hacerlos habitables y visitables con dignidad y convertirlos en un atractivo para propios y extraños, pues eran las únicas zonas de la ciudad que realmente albergan la historia y cultura de varias centurias tan necesaria como para poder lograr la tan codiciada declaratoria. ¿Qué pasó? San Luis se tuvo que colgar a la declaratoria que se otorgó al Camino Real de Tierra Adentro, así como yo lo hacia a diario en los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado en un camión de la ruta morales para poder transportarme a la escuela, así, de “mosca”.
Es triste ver el olvido en que se encuentran las intransitables calles por ejemplo, de Peña y Peña, Lanzagorta, Parrodi y Negrete en San Sebas, la de Fernando Rosas, Bolívar y Vallejo en San Miguelito y la de Avanzada en Tequis, entre otras, que si estuvieran en buenas condiciones, no solo servirían para embellecer los barrios, sino que servirían también para ser utilizadas como vías alternas para que los automovilistas y peatones pudieran entrar o salir por ejemplo, del centro histórico capitalino y no ir todos en bola por las mismas avenidas y así crear un caos vial. Esperaríamos ver que tanto el alcalde Galindo, como el gobernador Gallardo voltearan y no solo de reojo a los barrios y que por cada vialidad que estén remodelando, como la Hernán Cortés o la Salk (También muy necesarias, por cierto) Repararan integralmente una calle de nuestros señoriales barrios, para comenzar así un verdadero rescate de ellos. Y es que de poder si se puede, he sido testigo de las condiciones en que se encuentran las calles adoquinadas y banquetas en buen estado como las de los barrios y centro histórico de Querétaro, León, Guanajuato, Lagos de Moreno, Zacatecas, entre otras, que, además de realce, dan una vida digna al barrio y a los que en él habitan. En próximas entregas ya hablaremos de los centros históricos de San Luis y Soledad que merecen atención particular.
Estimado lector, le agradezco su atención, y le deseo un excelente fin de semana. Recuerde que, si quiere tener un sistema digestivo funcionando como relojito, empújese un vaso de aguamiel a diario en ayunas. Hasta pronto.