México y EE UU han decidido pisar el acelerador en busca de un acuerdo migratorio que alivie la tensión creciente en la frontera. El presidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, mantuvieron el viernes una conversación telefónica con el foco puesto en los flujos migratorios y el acercamiento de posturas de cara a la Cumbre de la Américas, que se celebra en junio en Los Ángeles. Una de las conclusiones fue la necesidad de intensificar aún más las negociaciones, para lo cual el canciller mexicano, Marceo Ebrard, viaja este lunes a Washington con el objetivo de solidificar los puentes de la cooperación al desarrollo, la herramienta sobre la que aspiran a edificar un nuevo acuerdo migratorio. La visita de Ebrard se encuadra, en todo caso, en un clima tensión y voces de alarma dentro de la Administración demócrata.
El secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, sacó este domingo del cajón un viejo lema que ha sido utilizado tanto en tiempos de Donald Trump como por la actual Administración: “No vengan”. Mayorkas, uno de los interlocutores de Ebrard durante su agenda del martes, justificó el tono de la advertencia en datos duros. En 2021 se batieron todos los récords de cruces ilegales a Estados Unidos de las últimas décadas y los últimos datos oficiales de este año indican que alrededor de 7.000 personas son detenidas cada día por la Patrulla Fronteriza.
Mayorkas presentó además la proyección en cifras de cara a la previsible retirada del llamado Título 42, una directriz aplicada por Trump en plena pandemia que permite la devolución inmediata de migrantes en la frontera de mexicana bajo pretextos de seguridad sanitaria. Las previsiones estadounidenses son que, una vez retirada las mediada, el flujo de personas buscando cruzar la frontera se multiplique por tres, llegando a los 18.000 migrantes al día. “Es nuestra responsabilidad estar preparados para diferentes escenarios. No hay duda de que, si de hecho alcanzamos ese número, será una tensión extraordinaria para nuestro sistema”, alertó el secretario de Seguridad Nacional estadounidense.
La retirada del Título 42 se encuentra, en todo caso, estancada por el momento. La Administración demócrata planeaba inicialmente levantar la prohibición a finales de mayo. Pero la decisión desencadenó un pulso con los gobernadores republicanos y se ha convertido en uno de los temas centrales de la precampaña de las elecciones de mitad de periodo de noviembre. Los gobernadores conservadores de Arizona, Luisiana y Misuri llevaron el asunto a los tribunales y un primer fallo de una corte federal frenó durante dos semanas el intento del Gobierno de levantar la medida. El propio Biden se mostró el jueves a favor de mantener la normativa si así lo decide la justicia. Una nueva audiencia está prevista para el 13 de mayo.
El tramo más grande de la frontera, los casi 2000 kilómetros que separan Texas de los Estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, ha sido escenario de tensión durante las últimas semanas. Amparado en un uso exhaustivo del Título 42, el gobernador texano, Greg Abbott endureció los controles para los camiones mexicanos provocando un severo bloqueo en el paso fronterizo. En vísperas de su viaje a Washington, el canciller mexicano salió al paso del conflicto. Ebrard manifestó un rotundo rechazo la calificar la estrategia de Abbot de “extorsión”.
Además de Mayorkas, la agenda del canciller mexicano incluye al secretario de Estado, Anthony Blinken y una reunión específica sobre los planes de inversión en Centroamérica y el sur de México. El proyecto de un plan conjunto para el fenómeno migratorio, alejado de la presiones diplomáticas y el enfoque policial de la era Trump, pasan por lanzar programas de cooperación en los territorios de origen de los migrantes. Esa es la visión compartido entre México y EE UU aunque de momento no ha habido muchos avances prácticos. El presidente López Obrador visitará esta semana el triangulo norte de Centroamérica, con paradas en Guatemala, El Salvador, Honduras y Belice antes de desviarse y volar a Cuba para reunirse con Miguel Díaz-Canel. La parada en La Habana también es relevante en la relación bilateral con EE UU y de cara a la Cumbre de las Américas. México defiende que el cónclave se celebre “sin excluir a nadie”, en referencia a la participación de Cuba.